Ferias VocacionalesHace poco pasé por mi antiguo colegio. Sus colores estaban casi intactos, aunque como siempre, matizado con el grafiti interminable de símbolos de equipos de fútbol o de la manchita más seria de la zona. En lo alto del edificio, una banderola invitaba a los escolares a un importante evento: una feria de orientación vocacional

En ese momento, mi mente inquieta me llevó casi de inmediato a aquellos años de quinto de secundaria, donde el peso lo llevaba en la mochila y no en la barriga que ahora me delata.

Recordé cómo mis profes entusiasmados nos recordaban lo importante que era asistir a estas ferias, puesto que ellas nos ayudarían a “decidir nuestro futuro” y no terminar de vagos consumados.

Es evidente que a los 15 años tomar una decisión que determine si vas a “tener un futuro brillante” o terminar siendo un protagonista de Vidas Extremas, es en realidad una gran presión que muchos quieren obviar y otros simplemente no entienden.

Pero lo más curioso era que la lógica de estas ferias no había cambiado mucho: bombardeo de bolsas, polos, trípticos, dípticos, gorritas, lapiceros, lápices, borradores, tarjetas, anfitrionas (las que generalmente se llevan más la atención), facilitadores recitando los folletos, etc. El punto es que al final en estas ferias uno termina más enredado que en pelea de pulpos y sin saber realmente cual es tu vocación.

El asunto de fondo es que cuando se parte de una definición equivocada o inexacta cualquier cosa que se arme nos puede llevar a meter la pata. Es el equivalente a que nuestro médico de cabecera confunda sarampión con menstruación y nos termine recetando Postan RD.

Con la vocación pasa lo mismo. A este término lo viven confundiendo y mancillando en su ser como significante. ¡Y esto viene desde que yo era escolar!

La vocación viene de una raíz latina: vocat?o, que quiere decir “llamado”. Esta palabra tiene sus orígenes en la religión, puesto que se aplicaba a los profetas u hombres que iban a abrazar el sacerdocio y que escuchaban “el llamado de Dios”.

Aplicado en una concepción moderna la vocación es un “llamado interior” que nos define y nos ubica en este mundo. La profesión es una herramienta que debe compatibilizar con nuestra vocación y que es el “soporte” que nos va a ayudar a conseguir una ocupación.

Es como la pregunta del huevo o la gallina. En este caso es sencillo: primero la vocación, segundo la profesión y tercero la ocupación. Si no definimos la vocación primero es como querer hacer una casa o un puente sin planos.

Yo entiendo que no hay mala intención en las universidades, institutos y academias que organizan estas ferias. Tampoco de los colegios, ni menos de los profesores. El asunto es un tema de confusión; y uso equivocado del término, pero que finalmente termina confundiendo más a los chicos y eso es lo peligroso.

Una feria vocacional no es una feria profesional; de un folleto y una gorrita de colores no vamos a descubrir nuestra vocación. En cambio si damos las herramientas para que los jóvenes se conozcan a si mismos, a describir y descubrir sus preferencias, sus motivaciones e intereses; y después su inteligencia y aptitudes, en suma, su personalidad, sin duda alguna podrán ver el camino más claro. Y desde luego, dejaremos de maltratar el diccionario.

Por: Anddy Landacay Hernandez


TEMAS RELACIONADOS: